El malestar social es siempre el propio malestar. Hay que conectar con la interioridad común para que pueda plasmarse la fuerza del anonimato.

Ellos no oyen este silencio ensordecedor que yo oigo. O quizás, simulan oír una música que sale de unos auriculares para librarse del poder de este silencio. El secreto de una vida escapa a quien la contempla desde fuera. Pero también desde dentro.

El fuego reduce todo a su verdad. El agua infinitamente débil puede con lo más duro y fuerte. La combinación de fuego y agua ha venido a sustituir la dualidad luz/oscuridad que ha dominado el pensamiento crítico. El desafío y la estrategia se encuentran.

Ahora la verdad no está fuera de la caverna platónica. Está en el cuerpo de los encadenados que, a pesar de todo, se alzan en el interior del túnel. La verdad no se comunica, se contagia.

Lo que que he perseguido durante toda mi vida ha sido plasmar la igualdad querer vivir = desafío. He pensado esta igualdad en el interior de la constelación formada por el ser, el poder y la nada; luego, bajo el fondo de la relación entre infinito y nada.

Y finalmente, sobre mi propio cuerpo. Por eso he tenido que huir del laboratorio, de la fábrica, de la universidad, y finalmente, de la enfermedad. He huido sí, pero en mi huida no he dejado de atacar lo que nos impide vivir.